sábado, 25 de junio de 2011

Mamá y bebé: una unión íntima y necesaria.


Existe una unión tal entre la madre y su hijo, que es normal sentirse tensionadas al quere dar respuesta a cada una de las demandas.
Entre un bebé y su mamá existe una unión muy especial, casi simbiótica, en la que todo lo que le sucede a alguno de los dos afecta al otro. Es normal que nos sintamos afectados por los problemas o complicaciones que trae la vida; es esperable que nos influyan las opiniones de los demás, las expectativas que se depositan en nosotros. Pero, cuando se trata de estar atravesando los primeros tiempos de la maternidad, es importante tener en cuenta que las emociones y los sentimientos que conforman nuestro mundo interno influyen en nuestro hijo pequeño.
Esto es así porque madre y bebé constituyen lo que se conoce como la “díada” mamá-hijo. Es decir que, durante una buena cantidad de meses, ni uno ni otro pueden ser considerados de forma aislada.
Desde el embarazo En el seno materno, a través de alteraciones en el líquido amniótico, el bebé es capaz de percibir los cambios metabólicos del cuerpo de la madre, puede “sentir” si la mamá está ansiosa o relajada, cansada, triste o feliz. Los miedos, los enojos, las alegrías, el cansancio, producen cambios químicos dentro de la madre; cada sentimiento se expresa en el cuerpo y el bebé puede captarlo a su manera. Por esto, no podemos dejar de tener presente que todo lo que le suceda o sienta la madre durante los meses de gestación, de algún modo tiene una impronta en la conformación psico-física del bebé.
En el nacimiento, el bebé cambia repentinamente de un hábitat ideal que lo contiene, al mundo exterior donde puede sentirse desprotegido. Por eso cada día se cuida más el trato del recién nacido en la sala de partos, para que las intervenciones médicas sean las necesarias y se privilegie el contacto entre la madre y el recién nacido. Ambos se encuentran en ese momento en un estado de alta sensibilidad y vulnerabilidad; esto está relacionado con la necesidad de vincularse de una nueva forma, que será condicionante de la relación que comienza a construirse en ese momento. Las primeras semanas en casa después del nacimiento de un hijo son, sin duda, uno de los momentos más difíciles en la vida de una mujer: compaginar el cuidado del bebé con el resto de las responsabilidades es una tarea complicada que por momentos parecería desbordarnos. Si a esto le sumamos la ansiedad y la presión por hacer todo lo que se supone que la súper mujer y súper mamá deberían realizar, el panorama es más estresante aún. Se trata de un momento de extrema sensibilidad que ofrece una oportunidad única para el autoconocimiento y para el establecimiento sano de una relación de apego con nuestro hijo. Por eso, es necesario darle prioridad a esta necesidad de tranquilidad y de sosiego. Hay muchas tareas que pueden esperar; las que no, es recomendable resolverlas con la máxima calma posible, centrando la atención en lo que se tiene entre manos, abordando cada tarea y cada día como se presentan sin preocuparnos por lo que debería o no debería haberse hecho.
Revista Sembrar Valores en Familia.


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